Enterarme de que Internet y yo tenemos parecida edad, me produce una agradable sensación. Ni yo soy tan vieja ni la red es tan joven. Quién iba a creer hace unos años, que yo, la enamorada de los libros, la que se enorgullece hablando de su abuelo bibliotecario, la que estudió Letras Modernas, la que necesita estar rodeada de libros, en la mesa de luz, en el baño, en el auto, la que los huele cuando los compra, la que los necesita para dormir, para soñar, para pensar, para viajar ... iba a descubrir tan cabalmente que Internet, un espacio sin hojas, iba a ampliar hasta el infinito las maneras de leer.
El universo (que otros llaman Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. (...) Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito. (...) Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza.
(...) A la desaforada esperanza sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. (...) Quizás me engañan la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana – la única – está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta. (...) Si el eterno viajero la atraviesa en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden) . Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.
Borges escribió La Biblioteca de Babel en 1941, dos décadas y media antes de que yo e Internet viniéramos a este mundo.
(...) A la desaforada esperanza sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. (...) Quizás me engañan la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana – la única – está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta. (...) Si el eterno viajero la atraviesa en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden) . Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.
Borges escribió La Biblioteca de Babel en 1941, dos décadas y media antes de que yo e Internet viniéramos a este mundo.
¿No les parece fabulosa esta visión? Jorge Luis, un ciego que podía ver tan lejos...
Imágenes
La Biblioteca de Babel MIHÁY BODÓ http://www.artebodo.com/large2.htm
Internet http://kessuser.wordpress.com/2008/09/19/discovery-channel-presenta-la-internet/
2 comentarios:
Por supuesto, extraordinaria. La biblioteca de Babel me fascina, como casi todo lo escrito por Borges.
Más que un escritor delicioso -que lo es - me resulta siempre un referente que me lleva a otros - tantos eran sus conocimientos, y tan profundos-.
"...los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden".
Parece que describiera el orden dentro del caos. ¿No? Hace 40 años. Un ciego con la mirada de la sensibilidad y de sus mundos interiores.
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